Un mundo microscópico, el apasionante trabajo de editar un libro de divulgación científica para niños
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de dar una breve charla en Naukas Bilbao, un encuentro de divulgadores científicos que es un referente en nuestro país. En ella intenté sintetizar algunas de las cualidades que pueden hacer de los libros de divulgación científica para niños herramientas valiosas, estimulantes y capaces de transmitirnos tanto las ideas como la emoción de la ciencia. En aquel momento, entre otras cosas, argumenté que un buen libro de divulgación científica muestra cómo se ve el mundo a través de la ciencia, emociona, genera nuevas preguntas, es honesto, valiente, creativo. Que en un mundo saturado de información, este tipo de libros deberían poder ofrecen un relato ordenado y coherente, adaptado al lector, que sirviese de punto de apoyo para nuevas búsquedas y ampliase su visión del mundo.
Cuando algo después la editorial Next Door me propuso colaborar con ellos para dar forma a su primer libro de divulgación científica para niños, supe que era la oportunidad de tratar de llevar a la práctica esa hoja de ruta. Fácil decirlo y quizá no tan sencillo lograrlo. Por suerte sabía que podría contar con excelentes divulgadores e ilustradores, y con la libertad creativa sobre la que se asienta Next Door, una editorial valiente como pocas. Su confianza en mí me proporcionó el enorme privilegio de disponer de una página en blanco sobre la que diseñar el proyecto.
¿Y por qué proponer escribir, en esa página en blanco, un manual sobre el uso del microscopio? Hay múltiples razones, entre otras el convencimiento de que en ese juego de acercamiento al mundo científico a través de sus herramientas nos encontramos todos, los niños que observan un ala de mosca y los científicos que trabajan en sus laboratorios. Y ese sentirnos iguales, a la búsqueda, es un valioso aprendizaje para ambos.
Pero además hay un motivo personal. ¿Qué no es personal? Siendo niña, mi padre, que era químico, me regaló un microscopio. El aparato venía acompañado de un pequeño cuadernito, un puñado de hojas grapadas, con explicaciones sobre su uso y algún experimento. Estoy segura de que la información era precisa y adecuada, seguramente apasionante, pero lo cierto es que el formato y el tono lo hacían para mí tan atractivo como el manual de instrucciones de una lavadora.
Aunque aún conservo la sensación de asombro y fascinación ante los descubrimientos hechos con aquel microscopio y con otro, de bolsillo, que mis hermanos y yo llevábamos de aquí para allá, lo cierto es que cuando tuve la oportunidad de elegir el tema en el que se centraría este primer libro de Nex Door para niños volví a pensar en aquel manual. Y pensé que sería estupendo poner al alcance de los lectores más jóvenes una guía que les acompañase en esos primeros pasos como lo haría un buen amigo, con confianza, alegría y entusiasmo.
Espero que este libro cumpla con ese objetivo. Trabajar en él, junto con José Ramón Alonso, Iratxe López de Munáin y el quipo de Next Door ha sido todo un aprendizaje. Un mundo microscópico nos espera, y otros muchos, en las páginas de los libros.